El “Centro de Poesía Visual”, es un centro de documentación del experimentalismo poético contemporáneo, ubicado en la localidad de Peñarroya-Pueblonuevo desde octubre de 2005.

Es un Centro de carácter público, que depende de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Peñarroya-Pueblonuevo, y que cuenta con la colaboración de la Diputación Provincial de Córdoba. Es centro referente de esta forma de arte contemporáneo y también una propuesta cultural dentro y fuera de España.

Como centro de documentación y estudio dispone de bibliografía especializada y documentos originales, así como una muestra amplia de revistas experimentales y revistas-objeto. Así mismo dispone de una sala de exposiciones con poemas visuales y poemas objetos internacionales. Como lugar de consulta dispone de un amplio archivo de autores y estilos.

Como centro de documentación vivo es productor de diferentes publicaciones que ven la luz diariamente en su “Revista electrónica de Poesía Visual” o trimestralmente con la revista “eiffel Terrible y cuatrimestralmente con la revista ensamblada “Grisú”, entre otras.

lunes, 23 de marzo de 2009

Chema Madoz desvela el lado mágico de los objetos cotidianos

El fotógrafo madrileño repasa su obra reciente en una muestra antológica que desembarca en el Museo del Patrimonio hasta el 24 de mayo

A quien le aburra la vida cotidiana, que se pase por el Museo del Patrimonio. Que se dé una vuelta por las tres plantas de la sala de La Coracha. Que mire sin miedo, con pausa, las imágenes en blanco y negro. Que dude de si le han echado algo en el café o el aperitivo. Que sienta la llamada del Gato de Cheshire y cruce el espejo. Está en el País de las Maravillas de Chema Madoz.
Anillos de compromiso escondidos en una trampa mortal, una nube enjaulada en una pajarera, el cartel de un hotel como tabla de planchar, cucharas con sombra de tenedores... Madoz (Madrid, 1958) lleva más de veinte años desvelando el lado mágico de los objetos cotidianos. Donde cualquiera ve, por ejemplo, una piedra pulida por el tiempo; él contempla un globo, un cactus, una huella...
Justo la serie de los cantos rodados se presenta como uno de los pocos conjuntos cerrados de 'Chema Madoz 2000-2005', la muestra antológica que ayer abría sus puertas en la sala aneja al Museo del Patrimonio Municipal. El resto es pura imaginación desbordante. Poesía visual, le han llamado algunos críticos. Madoz encoge los hombros y pone cara de 'yo no tengo la culpa'. «Sólo presento pequeñas manipulaciones que pretenden ser una falla que deje ver qué hay al otro lado del muro de la realidad», apostilla modesto el creador madrileño.
Y por esas fallas se deja llevar cualquier espectador. Porque Madoz ha logrado que su obra sea muy reconocible por el público. Ahí está el desagüe negro convertido en birrete, el puño americano como un 'boom', la cinta métrica a modo de tirantes, el mango de una cucharilla como una gota cayendo en otra cuchara. Imágenes que han desfilado en este tiempo por libros, carteles, campañas de publicidad o incluso mensajes en cadena de correo electrónico.
Todo ello ha convertido el trabajo de Madoz en uno de los más populares de entre los creadores españoles contemporáneos. Un reconocimiento conjugado con el favor de los expertos. No en vano, Madoz recibió en el año 2000 el Premio Nacional de Fotografía. Y ese galardón está en el origen de la muestra itinerante que ahora recala en Málaga.
Tiempo después
«Cuando me concedieron el premio acababa de hacer una exposición retrospectiva y no tenía mucho sentido repetirla de nuevo, así que le propuse al Ministerio de Cultura posponer el proyecto un tiempo y después de cinco años ha salido esta exposición», aclaraba ayer el autor.
Un montaje en el que Madoz ha dejado fuera algunas obras. «En el diseño original hay más de cien piezas, pero aquí hemos presentado 70. Esa reducción la hace más accesible e ilustra el recorrido que ha transitado mi trabajo en este tiempo», aclaraba Madoz en la presentación de la muestra.
Se echan de menos piezas como la copa de vino travestida en pubis o la cerilla prendida por las vetas de una tabla de madera. Aún así, la muestra ofrece todas las claves de la obra reciente de Madoz. Él mismo ofrecía algunas de ellas: «Están los libros, el agua, la música... Hay objetos que se van repitiendo al cabo de los años y esa reiteración se debe a su capacidad de sugerencia. Me pasa por ejemplo con los libros. Cuando le hago una foto a uno, siempre me quedo con la sensación de que se me ha quedado algo fuera. Además, al regresar a estos asuntos tomo conciencia del paso del tiempo», proseguía el fotógrafo.
Un paso del tiempo que, sin embargo, no le ha hecho renunciar a dos criterios estéticos básicos en su obra: la dedicación a los objetos y el empleo exclusivo del blanco y negro. Como quien escucha esa pregunta varias veces al cabo del día, Madoz explicó el porqué de ambas decisiones.
Primero recuerda que la exposición, como toda su obra, está dedicada a los objetos de la vida cotidiana: «Hay elementos, como los cantos rodados, las gotas de agua o el paisaje, que carecen de valor de uso; pero casi siempre me fijo en elementos que están muy presenten en nuestra vida diaria y que trato de transformar».
Un cambio en el que no hay hoja de ruta. Por eso Madoz siempre intenta que el espectador «encuentre su propia lectura» a las imágenes que tiene delante. «A veces me han comentado interpretaciones que en la vida me habría imaginado...», admitía ayer el creador madrileño. Por eso también, resulta muy extraño que sus piezas lleven título: «Es una manera de no dirigir la mirada del espectador, de no condicionarla».
El otro lado de la realidad
La otra baza irrenunciable para Madoz es la falta de color. Una ausencia que no es tal, porque sus fotografías ofrecen una interminable gama de grises, de sombras, que se presentan como su propia paleta cromática. «Al ver las imágenes en blanco y negro, el espectador toma conciencia de que está ante un ejercicio de representación. El color siempre acerca más a la realidad», sostiene Madoz.
A partir de esas dos premisas, cualquier elemento puede transformar en otra cosa. Pero, ¿qué es antes, la idea o el objeto? Madoz detiene un instante el pensamiento. Niega con la cabeza. Bebe agua, consciente de que la explicación será un poco larga, y comienza: «No hay una metodología clara. Cada una de las fotos tiene un proceso diferente. En unas ocasiones surge primero el objeto y en otras se me ocurre una idea y pienso cómo puedo materializarla».
¿Y no echa de menos a los humanos? Madoz sonríe. También le suena la pregunta. Dice que no. Que al principio de su carrera, allá por los años 80, su trabajo se centró en la figura humana, pero que ya no la necesita. Además, para él, «los objetos son mediadores de nuestros sueños». Así que sueñen. Sueñen despiertos con las imágenes de Chema Madoz.